martes, 31 de mayo de 2016

Canciones de Neverend que aún no has escuchado



Ya venía siendo hora, después de rodar nuestro querido «Silent» por diferentes sitios, de sentarnos todos juntos a componer nuevos temas. Aunque todavía nos haremos de rogar un poco antes de subir al escenario con alguna de estas novedades, la grabación de la maqueta no se ha hecho esperar.

En las fotografías, os enseñamos algunos momentos del proceso en el que estamos inmersos. Como veis, David anda muy atareado a las baquetas; no menos que Jorge, que ha guardado momentáneamente su guitarra con tal de dedicarse a las labores de grabación y mezcla.


Nuestros planes con respecto a esta maqueta no consisten en publicarla tal cual, como ya hicimos con esas demos primerizas que conformaron la muestra de nuestro trabajo mientras no podíamos permitirnos la grabación de un álbum de debut. En una fase en la que continuamos con la promoción de nuestro disco «Silent», la maqueta sirve, por encima de todo, como herramienta de trabajo. Una escucha atenta de lo que hemos grabado nos permitirá corregir esos pequeños errores que se nos han pasado al componer las canciones, así como eliminar cosas que sobran o añadir ingredientes a pasajes que se nos antojan vacíos.

Dentro de un tiempo, cuando llegue la hora de encerrarse de nuevo en el estudio para concebir un segundo álbum de Neverend, una maqueta con más temas que ésta nos servirá como borrador para producir el disco, de manera que, al entrar en la pecera, cada uno de nosotros tendrá perfectamente claro su papel en cada una de las canciones.



Y, respondiendo a vuestra curiosidad por saber cómo suenan nuestras nuevas creaciones, os confesamos, así en confianza, que tal vez cometamos ciertos deslices y filtremos alguna pequeña sorpresa. Dadnos algo de tiempo…


lunes, 23 de mayo de 2016

¿Cómo pegar fuerte a pesar de ser una banda experimental?

Ha llegado casi sin avisar, sin dar tiempo a sus fans para ahorrar algo de calderilla con que comprarlo. O, mejor dicho, sin dar tiempo para que se gasten el dinero en otra cosa. Nos referimos al último trabajo de Radiohead. 

La verdad es que nos tenemos que quitar el sombrero ante las estrategias de marketing seguidas por ciertos músicos, estrafalarias, sí, pero tan eficientes como para lograr que un álbum como «A Moon Shaped Pool», del que varias canciones ya son conocidas, tenga un impacto importante entre el público.

                                                                                                        © Rolling Stone

Sembrar el caos y la confusión
El primer paso para propagar el pánico entre los seguidores de la banda de Oxford, fue eliminar todo el contenido de las redes sociales y dejar su web completamente vacía, como si un error fatal provocara que la pantalla del ordenador se quedara en blanco al acceder a la página. Hubo algunos acérrimos que se olieron la tostada, pues, meses antes, tras haber comprado en la tienda oficial del grupo, recibieron una carta que decía lo siguiente: «Canta una canción de seis peniques que dice “Quema la bruja”. Sabemos dónde vives». Efectivamente, muchos conocían ese «Burn The Witch» desde hace años, pero la verdad sea dicha: qué gran forma de reestrenarla por todo lo alto.

Otro de los temas del disco, «Daydreaming», se complementa con un videoclip dirigido por Paul Thomas Anderson, ese cineasta que no cesa de sorprendernos con marcianadas como «Magnolia» o «Pozos de ambición» y cuya colaboración con el grupo no es fortuita en absoluto, ya que su guitarrista y teclista Jonny Greenwood ha compuesto la banda sonora para varias de sus películas.



Recompensar generosamente
Por fin, después de haber superado todas las pruebas de esta yincana propuesta por Radiohead, contamos con su último disco disponible en una página abierta exclusivamente para comprarlo, de momento en teledescarga, si bien se nos invita a esperar hasta Junio para adquirir lujosísimas ediciones en LP y libro-CD. Y, para no dejar ningún cabo suelto, en la carpeta del vinilo nos tendrán preparada una tarjeta con un código para descargar el disco, suponemos que de forma gratuita. Hay que ver cómo están en todo.

Así que, ya veis... Si lo pensamos bien, tenemos mucho que aprender de las estrategias de una banda de art-rock que supera con creces las cifras de ventas de cualquier otro grupo de su estilo. Confunde a tu público, pero déjale un rastro de migas para que, en medio de tal confusión, pueda seguir el sendero que tú, y no otro, le has marcado. Y, lo más importante: al llegar a la meta, sé muy detallista con los premios.

jueves, 19 de mayo de 2016

Rock y música electrónica, ¿enemigos íntimos?

Talibanismo musical. Nos llama la atención este concepto que, con toda la ironía del mundo, ha inventado un bloguero amigo nuestro para referirse a la actitud de algunos consumidores de música; los cerrados, los empeñados en adorar ciertas bandas o estilos mientras desprecian otros sin haberlos escuchado siquiera.

Tal vez seamos algo inocentes al pensar que, a día de hoy, ya no se dan casos tan extremos como en aquellos grupos de amigos de los ochenta, pues nuestros padres nos han contado alguna vez eso de que, por un lado, estaban los heavies y rockeros, amantes de Barón Rojo, los Judas, los Purple… y, por otro lado, los modernos, asiduos de Depeche Mode, Pet Shop Boys y demás grupos que usaban cacharritos en lugar de «instrumentos de verdad».

Queremos pensar que, con el paso de los años, la aceptación de las innovaciones musicales y la evolución de la tecnología al servicio de los músicos, han acabado por hacer que aquellos estilos que parecían imposibles de emparejar, se den la mano sin gran polémica por parte del público. Y es que, hoy día, a nadie le escandaliza que una banda de rock utilice sintetizadores o secuencias programadas, o que un artista electrónico agarre una guitarra y se marque unos riffs metaleros… De acuerdo, quizás nos estemos pasando un poquito. ¿Seguro que esa aceptación no tiene límites? ¿Acaso ya no existe gente convencida de que, para hacer música electrónica, solo hace falta apretar un botón y esperar a que la máquina produzca una canción por sí misma?

Queremos hablaros de dos bandas de rock que nos gustan mucho y que, habiendo convertido la pincelada electrónica en marca de la casa, han desconcertado últimamente a sus fans por utilizar este medio más de lo acostumbrado.


Skunk Anansie: son rockeros, son inclasificables; son el ejemplo perfecto de banda que ha triunfado por escapar de todas las etiquetas del mundo. En su caso, el elemento electrónico se cuela en sus discos de manera más o menos tímida, y, no nos vamos a engañar, la cosa queda muy bien. Sin embargo, ¿qué pasa con su último álbum, «Anarchytecture», que nos ha dejado pensativos a todos?

De entrada, escuchamos un primer tema que parece encaminado descaradamente al baile y, durante todo el disco, van surgiendo aquí y allá pasajes con cajas de ritmos, sintetizadores ácidos y alguna atmósfera densa. No hace falta mucho más para desorientar a los fans del grupo británico, por mucho que sigamos encontrando canciones que nos recuerdan a los Skunk Anansie guitarreros de toda la vida. Que conste que a nosotros nos parece un disco formidable.


Muse: en la banda de Matt Bellamy, hay sintes, arpegiadores y demás cachivaches desde sus inicios, y, francamente, jamás habíamos conocido un grupo que tuviera tanto éxito siendo tan difícil de etiquetar. Bueno, en realidad, jamás habíamos conocido un grupo tan bueno. La pregunta incómoda, que muchos os haríais en su momento, viene ahora… El penúltimo álbum, «The 2nd. Law»… ¿En qué demonios pensaban?

Fue un vídeo promocional, aparecido con mucha antelación al disco, el primer paso para sembrar el pánico. Y es que en el pedacito de música que nos regalaron, no encontrábamos guitarras, ni bajos llenos de efectos ni tampoco la voz de Matt. Solo oíamos… ¡Dubstep! ¡Un tema de dubstep! El género electrónico de moda a principios de esta década, la música que todo el mundo escuchaba, imitaba y trataba de mezclar con sus temas caseros para que sonaran modernos, hasta que tanta modernez se volvió rancia. Estamos seguros de que la paranoia llevó a muchos fans a defenestrarse. Otros rajaron y despotricaron de lo lindo en sus blogs. ¡Muse haciendo dubstep! ¡Qué barbaridad era aquella! Sin embargo, los que prefirieron esperar la salida del álbum antes de opinar, se encontraron con un disco plagado de samples, palmas enlatadas, bajos sintéticos… y, por suerte, no demasiado dubstep. De cualquier modo, el debate sobre la deriva de Muse estaba servido.


Seguramente, podríamos hablaros de muchas más bandas, de cualquier época y estilo (The Beatles, ahí queda eso), que brillaron por meter arreglos electrónicos en un espacio normalmente reservado a guitarras, bajo, batería. Es más, podríamos opinar como otro buen amigo nuestro, metalero como el que más, sosteniendo que, sin música electrónica, el rock no existiría. Pues, ¿qué sería de nuestros riffs y nuestros solos sin pedales de distorsión, flangers, ecos, wah-wahs…? No hablamos de electrónica simplemente porque todos estos cacharritos necesiten enchufarse, sino por ser instrumentos esenciales dentro de la mayoría de estilos electrónicos. Está visto que el rock, de una u otra manera, se ha nutrido de la música electrónica –y viceversa– desde el principio de los tiempos.