lunes, 7 de marzo de 2016

Un ave de cine: entrenar para romper barreras

© Blanca Juan
¿Os acordáis de esta foto? Muchos de los seguidores que estéis atentos a nuestras redes sociales seguramente lo hagáis, si bien es cierto que algunos podríais no reconocer  a nuestra cantante Mar Souan antes de su cambio radical de look. El amigo tan solemnemente posado en sus manos es Mongui, el joven azor que formó parte del reparto de «Silent», nuestro último videoclip. El trabajo, dirigido por Víctor Perezagua, se publicó el pasado viernes 26 de Febrero.

El rodaje de «Silent» reunió a un amplio equipo técnico y artístico, que incluía a tres actores, script, director de fotografía, operadores de cámara, personal de iluminación, maquilladora, fotógrafas que documentaron el proceso y cetreros.

El texto de «Silent» es la llamada a la rebelión contra un elemento opresor. De manera alegórica, se relata cómo un pueblo, que ha aguantado años de opresión y obligado silencio, que nunca se ha atrevido a reclamar lo que le pertenece, se pone por fin en pie dispuesto a romper esa suerte de muro callado que le separa de su libertad. La letra anima, incluso, a utilizar ciertas «armas» y tácticas de guerra, tales como el fingimiento de la derrota –«finge tu caída», se dice en la canción– para engañar al enemigo.

Puesto que cantamos en clave de metáfora, disponemos de toda la libertad del mundo para hacer la interpretación que deseemos. A la hora de llevar la alegoría a la pequeña pantalla, se decidió que el pueblo oprimido estuviera representado por cuatro personajes aislados, encerrado cada cual en su pequeño universo, y que la opresión no fuera ejercida por una figura o grupo autoritario, sino por adicciones, a saber, la adicción al trabajo, a la tecnología y al culto corporal acompañado de sustancias artificiales para aumentar el rendimiento.

En esta historia, nuestro joven azor es un símbolo utilizado para sintetizar el argumento del vídeo, ya que, mientras los personajes son presos de sus adicciones, él permanece encerrado en una jaula y, cuando aquellos consiguen liberarse de las mismas, éste emprende el vuelo fuera de su celda.
Merece la pena dejar constancia de que, fuera de la ficción, nunca existió tal celda. En todo momento, el pequeño Mongui fue libre, obedeciendo tan solo a los criterios aprendidos durante su aún corto entrenamiento de cetrería. Para crear la ilusión de una jaula, se colocó el fragmento enrejado de un carro de la compra delante del objetivo.

Meses después del rodaje, llegó a nuestros oídos una triste noticia que se nos antoja augurada por el propio relato de «Silent». Por lo visto, el joven Mongui hizo caso del llamamiento expresado en la canción y decidió emprender el vuelo fuera de sus muros, esta vez de forma literal. Sus entrenadores trataron de recuperarlo en una peligrosa persecución en la que se vieron obligados a cruzar a pie una autovía. Desgraciadamente, las piernas humanas no sirven de mucho cuando se trata de alcanzar a un ave en pleno vuelo, impulsada sin remedio por el instinto de cazar.

El dolor ante esta noticia sobreviene cuando somos conscientes de que un azor tan joven no posee, aún, las habilidades necesarias para cazar y sobrevivir en el medio natural, muy a pesar del esmero con que los cetreros enseñan a sus animales las técnicas necesarias para conseguir alimento sin intervención humana.

En ocasiones, en Neverend nos hemos dado ánimos imaginando la llegada de Mongui a algún monte rebosante de caza, un lugar idílico donde el ave pudiera obtener fácilmente su sustento. Esté donde esté, siempre dispondremos del mejor de los álbumes para recordarlo, un álbum con imágenes en movimiento donde lo contemplamos tan esplendoroso como callado, a la espera –sin que nosotros lo supiéramos– de romper su silencio.